Mujeres. Luchan a diario con el mundo a cuestas, sonríen y luchan bajo un techo de cristal que tarde o temprano terminará quebrándose, porque trabajan incansables por lo que consideran importante, no solo dejándose la piel sino también dejándose los pensamientos, el tiempo, la vida, intentando conciliar fantasmas propios y ajenos. Nos enseñan a perseverar por nuestros sueños, cuando ellas han aparcado los suyos para ahuyentar nuestras pesadillas.
Que alguien les diga que sin ellas no tenemos a dónde ir, que alguien les diga de una vez que su dulzura es tan necesaria como su firmeza y determinación, lo es tanto como su manera de planificar cada detalle antes de las vacaciones. Que alguien reivindique su fuerza interior, sus cuidados, su persistencia, sus luchas internas. Pueden cuidarse solas, llevan siglos demostrando con hechos que no necesitan príncipes y corceles para resurgir del polvo, por eso tantas salen a reivindicar su valía, su tenacidad y valentía, porque nadie les conoce tanto como ellas mismas; ni gobiernos ni gobernantes reconocen lo suficiente su relevancia y aporte a la sociedad. A aquellas que no salen a manifestar, que su voz es silenciada o que simplemente no se sienten representadas, que alguien les diga que hacen parte de esta marea alta, de este oleaje violeta que un día traerá a la orilla todo aquello por lo que en silencio han soportado y luchado incansables. Pero que alguien les diga también, a todas ellas, que es válido cansarse, que es lícito decir basta. Organizar, planificar, amamantar, ya está bien de trabajos invisibles en solitario, con una carga mental tan pesada que no hay salud emocional que aguante.
Porque en primera fila las he visto, de muy cerca he sido testigo de ‘superwomans’ por encima de sus posibilidades, con el pensamiento grabado a fuego de que si no es ella quién irá, si no es ella quién hará… mujeres que a la vez son madres, currantas dentro y fuera de casa, esperando (sin esperar) un poco de ayuda, desesperadas como si esto de vivir en familia fuera cosa sólo de un par de tetas que necesitan ser ayudadas para alimentar la cría. ¿Ayuda? ¿Acaso criar y poner lavadoras no es faena de dos? De muy cerca las he visto, quedarse sin pelo por cargar una carga más pesada que la barriga de 38 semanas que decidieron cargar; pensativas, preocupadas, calvas, estriadas, ansiosas, en una soledad acompañada y con el cerebro a tope para no olvidar detalle… que alguien les diga que no pasa nada si nada pasa, que su lado imperfecto las hace humanas, que es de humanas reconocer sus límites y sus necesidades, que su humanidad nos ha traído hasta aquí, con todo y sus defectos. Que alguien por favor les diga que para dar, es necesario ser. Que son importantes, tan importantes como aquello a lo que más aman, tan importantes como lo es priorizar y delegar; que alguien les diga que su fuerza ha de nacer del cuidado que tienen para sí, que amar implica aprender a quererse, implica cuidarse, implica decir no para tener esos momentos consigo misma, implica preguntarse cada día cómo se encuentra, implica sincerarse con sus necesidades y posibilidades. Y a ti, pareja, marido, padre, bienvenido al mundo de tomar la iniciativa para compartir la carga, no tienes que esperar indicaciones para saber qué hacer; planificar y ejecutar es faena de dos, si has decidido ser media naranja de alguien.
Ya va siendo hora de erradicar aquello de la maternidad perfecta, es ilusorio. Y esa aparente unión indisoluble entre ser mujer y madre es una presión social que sobra; mucho antes de tener un cuerpo desarrollado para procrear, ya se es mujer. Y a aquellas que se cruzan continuamente con el “se te va a pasar el arroz”, por favor, perdónalos porque no saben lo que dicen. Que alguien les diga a esos ‘informantes’ de lo evidente non gratos que esas decisiones son personales y respetables, que su derecho a opinar es válido, pero no su imprudencia.
Mujeres, nuestro grito no tiene que proclamar superioridad a ellos. Nosotras somos, somos como somos, y en absoluto somos iguales a ellos, somos distintas pero igual de válidas. Sólo necesitamos el espacio en la sociedad para seguir siendo eso que no se reconoce públicamente con la relevancia que debería, para vivir siendo esto que solo siendo mujeres podemos comprender, pero encargadas primero de nosotras, responsables de nuestro propio bienestar, y sin techos o tacones de cristal.
Que alguien nos diga que es necesario tener un espacio, una persona, para compartir estos sentimientos y vivencias, porque reconforta, libera… Y que alguien nos diga que nuestra batalla primero es con nosotras mismas, y con nuestros pensamientos que quieren abarcar el mundo entero, no se puede, y no pasa nada por ello.
“El día que una mujer pueda no amar con su debilidad sino con su fuerza, no escapar de sí misma sino encontrarse, no humillarse sino afirmarse, ese día el amor será para ella, como para el hombre, fuente de vida y no un peligro mortal”
Simone de Beauvoir
Hermoso ! Te felicito , gran talento!!!
🙂 Gracias Andrea