Cuando somos peques adquirimos un gigantesco cúmulo de conocimientos. El primer balbuceo, la expresión articulada, el recorrido desde el primer garabato al dibujo que representa objetos o a la letra escrita, son progresos de la inteligencia que ocurren en estos años de vida y que no pueden equipararse a los de ninguna otra etapa posterior.
Dentro de esta etapa del desarrollo humano, en la que rápidamente se producen montones de cambios y en la que nuestr@ peque es en principio dependiente, algo relevante que debemos tener en cuenta es que tan importante es suplir su necesidad como mantener nosotros la calma. En muchas ocasiones las situaciones nos desbordan y las posibles salidas se nublan cuando pisamos la zozobra. Cuando nos ocurre esto en compañía del niñ@ es contraproducente; ell@s apenas están conociendo el mundo al que acaban de llegar, no lo comprenden aún, están en pleno proceso de desligarse de sí mism@s. Si nosotros, siendo aquello que les da seguridad, nos desbordamos y nos mostramos irritados, entonces nos será más difícil comprender su demanda, entraremos en el bucle de la desesperación y serrucharemos la posibilidad de intercambio. Llorar es su primer medio de comunicación.
Cuando perseveramos en guardar la calma, no sólo nos es más fácil descubrir lo que quiere decirnos, sino que propiciamos el ambiente de afecto que es esencial en todo proceso relacional, y tanto más tratándose de personas en pleno descubrimiento. El afecto sin condiciones acompañado del establecimiento de límites de manera clara, sensata y positiva, crean el marco de seguridad necesario para lanzarse a descubrir el mundo a través del juego libre, que lejos de tratarse de un momento específico de entretenimiento, es a través del cual los peques viven y se desarrollan, pues perciben el mundo como un juego en sí mismo. Así como nuestras pestañas están allí con el fin de proteger nuestros ojos del polvo, el juego tiene un objetivo, está siempre presente, inherente, con el fin de propiciar el desarrollo del niñ@. Nosotr@s debemos saberlo, conocer su importancia y favorecerlo, facilitarlo sin estructurarlo, y ell@s, que simplemente jueguen por jugar, tal como les pide el cuerpo.
Las bibliotecas, escuelas de padres, internet, nos ofrecen montones de recursos para conocer las características del momento evolutivo en el que se encuentran nuestr@s niñ@s, no te lo pierdas. Es información útil que (tamizada y discernida) nos puede abrir todo un mundo de posibilidades traducidas en un adecuado acompañamiento durante la infancia. Disponernos a conocer nueva información nos acerca al conocimiento de nuestr@ peque. Conocer sus posibles destrezas, valorar y respetar sus necesidades y autonomía, fomenta su desarrollo integral y nos ayuda a profundizar en la relación con ella/él. Como dice el terapeuta familiar Jesper Juul, ‘su hij@ es una persona competente’, sólo hace falta conocer(le).
«No es verdad que todo sucede después. Es verdad exactamente lo contrario, es decir, todo sucede antes. El largo periodo más importante de toda vida, en el cual se asientan las bases sobre las que se construirán la personalidad, la cultura, las habilidades de la mujer y del hombre es el de los primeros días, los primeros meses y los primeros años. Por ello es correcto pensar que las mayores inversiones deben dedicarse a los primeros estadios de vida, de aprendizaje y de experiencias”
Francesco Tonucci
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