“¡Tú eres marrón porque naciste en Colombia!” me dijo unos días antes de despedirnos, con tono de haber descubierto algo, en plan ‘ahora todo tiene sentido’. Yo iba a visitar a mi familia y ella, rubita como el sol, había escuchado hace poco por primera vez que cruzando el mar hay un lugar llamado así. Tiene 5 años, mi papá me cuenta que a esa edad yo le decía que no entendía por qué sus amigos le llamaban de “negrito”, si él era café, como decimos allí. No tengo problema con serlo, nunca lo he tenido, ser mestiza nunca me ha hecho sentir diferente de nadie aunque lo soy, porque cada persona lo es. Cada un@ tenemos unas peculiaridades que nos hacen distintos, afortunadamente, y la riqueza que la diversidad cultural aporta es descomunal, me temo que son secretos muy bien guardados.
Porque para qué hablar de inclusión social en casa, en el cole o en el metro, si eso no perpetúa el temor hacia la inmigración; qué sentido tiene añadir al curriculum educativo la profundización en diversas culturas, para qué crear espacios infantiles donde se aprenda a reconocer el valor que aporta la diversidad a nuestras vidas, donde se reconozca la necesidad de ampliar nuestra estructura mental; con qué propósito los medios de comunicación abandonarían sus titulares sesgados para resaltar la riqueza de lo “diferente”; qué interés hay en dar reconocimiento y visibilidad a líderes sociales, vivos y asesinados, si ya está Pablo Escobar para seguir ofreciendo, después de muerto, pan y circo…
Hace tantísimos años ya que tanto la igualdad como la equidad eran discursos escandalosos, Jesús mismo caminó predicando y practicando el mensaje, en una sociedad que le tildaba de rarito. Raro hace 2000 años y raro hoy; sigue siendo extraño sentarse a la mesa con prostitutas, las miradas no se hacen esperar cuando compartes cartón con un homeless, eres raro cuando intercambias palabras, tiempo y comida con quien normalmente es ignorado, eres raro si caminas junto al “raro” de movimientos histriónicos y plumas de colores, eres raro cuando te falta una extremidad pero también si te sobran kilos, eres raro si tu outfit no es de temporada, eres raro si tu piel no es del mismo color al del resto, Raro es tu apellido si eres distinto a la mayoría.
2012, aula de formación en Educación infantil. Éramos dos en una clase de 27, todas muy blancas, mi compi negra, yo mulata. Durante meses fui testigo de algunas miradas, de actitudes y gestos, algunos esquivaban y otros no se cortaban un pelo. Si esa chica de ojos verdes con ínfulas de Blanca Nieves hubiese vivido una niñez pasada por humanidad, no habría pelado el cobre con 20 años. Los aprendizajes que ocurren durante la primera infancia dejan una huella imborrable, de ahí la importancia de reconocer, desde pequeñ@s, el valor de la diversidad, no sólo la geografía de un país. Visibilizar las guerras y hambrunas es importante, pero dejar de propagar el miedo a la inmigración también lo es, compartimos un mundo globalizado donde la inclusión debería ser nuestra bandera, no un ideal perseguido por 4 soñadores.
Pedir a los medios que no vendan las pateras como el mismísimo demonio sería pedir a los líderes políticos que cumplan sus funciones de servidores públicos, o sería como dar el voto a aquellos pocos que apuestan por la educación como medio de transformación social. Sé que los poderes políticos no son nuestra salvación, pero sé también que seguir votando en favor del odio, el castigo y la venganza es un verdadero sinsentido, nos aleja mucho más de la convivencia que permite espacios distendidos de diálogo. Que un continente rico en recursos naturales como África, sea a la vez el que arroja los índices de pobreza más altos es de guasa, la misma guasa con la que los gobiernos nos miran pelearnos como borregos mientras sigue creciendo la industria armamentista. El interés de los poderes gubernamentales no es otro que acrecentar sus riquezas, nuestro interés como adultos debería ser asumir la responsabilidad de ofrecer una crianza respetuosa con el otro, independientemente de su apariencia. Buscar y visibilizar la parte positiva de esas tierras que sufren facilita la convivencia con su población, conocerles nos ayuda a sonreír a los inmigrantes negros tanto como pelamos el diente a los blancos.
La diversidad nos libera del yo, de esa creencia estúpida de que todo funciona como ocurre en mi mundo. En Cali comer una cucaracha es impensable, en China es un rico snack. Soy más rica hoy que conozco lo que es diferente a mí, no tengo un duro, lo que me enriquece es poder hablar tan a gusto con un chico que vive en la calle y con un director de entidad bancaria. Sí, merece la pena ser el rarito de turno, merece la pena ser oído y hombro de quien otro señala porque no se le parece en nada, merece la pena despojarse de la crítica porque no me corresponden a mí ni los juicios ni las sentencias, yo no soy el camino o la verdad, yo sólo voy junto a, comparto, enciendo la linterna, vivo, estoy.
Curioso que la primera referencia de España que tuvo mi compi, fue que era el país que proveía a su tierra de minas antipersona, armas para alimentar una guerra que algunos años después le arrebataría a sus padres y le obligó a venir. Ahora, ella presenta información real sobre su país en algunos coles, los niños (y demás maestras, sí) se flipan al saber que allí hay más que leones, tierra y jirafas, que Guinea Ecuatorial fue colonia española y que ‘africano’ no es un idioma. No son pobres, son personas.
“No soy negro, soy hombre”
Martin Luther King
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