¡No!

Lunes de jugar

No nos hace falta Carnaval para cada día jugar.

Desde la garantía que ofrece el vínculo nos miramos, vamos conociendo nuestro cuerpo y nuestro entorno, transitamos los límites de fuera y los propios; vamos andando, paso a paso, los cambios estacionales, y palpamos el tiempo en la seguridad de ser acompañados desde el respeto, porque nuestras diversas emociones van siendo sostenidas.

Y entonces nuestros pies nos invitan a correr, a saltar, a subir y bajar; entramos y salimos como la respiración latente y rítmica en el inhalar y el exhalar. Nuestro juego en libertad nos invita a movernos unas veces, y otras veces a parar. Es cuando nos apetece, que las telas, el papel o los fuelles nos envuelven y enriquecen, nuestros fantásticos mundos poco a poco se engrandecen. A veces volamos y otras veces reptamos; a veces nos acurrucamos como pequeños bebés, otras veces hacemos los más ricos helados y batidos para beber.

Porque miramos el mundo desde el juego, vivimos desde el juego, y disfrazarse es divertido, volar es divertido. Crear nuevos mundos es divertido, es divertido cuando apetece hacerlo, si no, no es juego. Es divertido desde la coherencia, cuando tiene sentido para nosotros, y es coherente cuando nos sentimos respetados y nos sentimos respetados cuando somos tenidos en cuenta, cuando podemos elegir, cuando bailamos sólo si queremos.

Porque la música suena de fondo todo el día, el silencio también.

No nos hace falta un carnaval para cada día jugar; nosotros nos disfrazamos porque jugamos, desde la comodidad de la libertad.