Se encuentra aún en su proceso de dentición, el ratón Pérez le sigue visitando pero, a partir de ahora el roedor tendrá que reclamar los molares en dos sedes distintas. Sus padres están en proceso de divorcio, parece que el amor en la mitad de la naranja se exprimió, c’est fini, se mudó, no va más. ¿Se acabó?, ¿se esfumó?, ¿puede acabarse a caso algo que en realidad no empieza a primera vista? Lejos está el amor de ser simples sensaciones o emociones de corta duración, o simples sentimientos que se esfuman con el humo tras la cortina. El amor es en realidad una decisión, amar es decidir el bien del otro, entregarse por completo, sin medias tintas ni maltrato de ningún tipo. Amar es permanecer, aún cuando las mariposas se han ido, es una decisión que ha de tomarse todos los días, pues incluye descubrir y aceptar las miserias ajenas, cada día, tal como el primero cuando la excitación al verle quiso ignorarlas.
Que mal se me dan esas historias de hijos que no hablan a sus padres y abuelas que ni saben que lo son, o viudas de maridos vivos con huérfanos de un padre que sigue en esta dimensión. Que mal se me dan y que bien las conozco; historias a las que podría respirarles en la nuca, me atragantan y casi rebosan mis niveles de tolerancia. Y mira que entiendo de muros, de esos que se construyen muy altos con concertinas bien puestas; sé de qué van las raíces de amargura, conozco con detalle su intransigencia cuando insisten en aferrarse a la tierra por causa de talas que parecen imperdonables.
Sí, comprendo lo chungo de mirarse herido por arma ajena, lo mal que se queda el cuerpo cuando la autoría de la herida es de quien debió sanarla, pero sé también que pasarse la vida lamiéndola tampoco la cura, la saliva la mantiene húmeda. Parece que plantar cara a la ofensa con la intención de perdonar cosiese con puntos la lesión, que poco a poco se va secando, hasta que cicatriza. Y perdonar ni implica olvidar ni incluye el reconocimiento de la falta por parte del que ofende, lo que escuece más la herida. Aún así, indultarle de nuestro resentimiento es tan liberador como el mismísimo amor, aliviana el paso igual. Pues de eso van las relaciones, de pulir tus imperfecciones con las mías. Cada uno carga una mochila que nos hace seres complejos, particulares, pero coincidimos en la necesidad de relacionarnos, y en el anhelo del amor recíproco.
Divorcios, familias divididas, padres olvidados, dientes de leche por caerse, el ratón Pérez que no sabe en qué almohada buscar, parricidios, hijos ignorados… Este post no existiría si en lugar de enamorarnos del amor, aquel amor fantasioso de Disney, decidiéramos amar; si en lugar de dejarnos seducir por aquello de “confía en tu corazón” o “si lo sientes, hazlo” amaramos con determinación, con aquella determinación que ha descubierto que amar es perseguir la felicidad de aquel que no soy yo.
Termina siendo ilusoria la idea de dejarnos llevar por lo que sentimos, en realidad nuestras emociones nos engañan tanto como el “sugar free” del ultraprocesado. Amar no es lo que uno siente, lo realmente revolucionario está en decidir que esa persona con quien hemos querido despertar cada día, será a quien más vamos a perdonar en toda nuestra vida. Una vez las mariposas vuelan lejos, será la libertad de verbalizar aquello que incomoda y compartir nuestras debilidades lo que dará nuevas oportunidades y permitirá sanar; y sabes muy bien que no hablo de soportar maltrato emocional o físico, hablo es de la importancia relativa y no absoluta que deberíamos darle a las emociones. El divorcio está sobrevalorado y las reparaciones pasadas de moda, y así nos va. Somos frágiles e imperfectos, aún así, aquello sembrado con raíces fuertes, permanece a pesar de la sequía.
Si lo piensas, lo que realmente sostiene una relación no es lo que sentimos, y no se trata de negar nuestros sentimientos sino de no dejar que nos controlen, que nos muevan. Lo que en realidad sostiene una relación es la decisión, en libertad, de seguir amando, la decisión de seguir persiguiendo su bienestar.
Quédate con quien te mire de esa manera, quédate y vuélvete a quedar.
«He decidido apostar por el amor, el odio es una carga demasiado pesada”
MARTIN LUTHER KING
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