“El colegio es un aburrimiento”

me dice en tono quejambroso cada vez que hablamos.

Tiene siete años,

juguetes estructurados, algunas pilas sulfatadas,

y poco tiempo libre, como la mayoría.

¿Qué es lo primero que hace un niño al dejarlo solo?

Pregunta el escritor, músico, lutier y compositor, André Stern (50 años sin escolarizar)

En cuanto puede lo primero que hace es jugar, responde.

Es interesante porque todos juegan

Sin importar las circunstancias y condiciones que le rodean.

Sea la guerra, la miseria, el lujo…

Es lo que a él le permitieron hacer, en libertad,

con límites cargados de sentido.

Su juego continuo fue el que le llevó a adquirir conocimiento,

y competencias para la vida.

Aprendizaje significativo, con sentido.

Porque la neurociencia nos revela casi a gritos que el aprendizaje significativo se produce a través de la emoción, a través del entusiasmo.

Cuando conectamos con nuestro entusiasmo, adquirimos competencias.

Lejos de aquella carga curricular, tan pesada, impuesta, carente de sentido y utilidad real, que nos limita y etiqueta.

Cuando un niño tiene tiempo, juega.

Sólo juega.

Hasta que nuestras prisas adultas y nuestros pendientes “realmente” importantes, les redireccionan la mirada.

Nuestra pretensión de diseccionar la vida en colegio y tiempo libre

le va poniendo las anteojeras como a los caballos, para que se enfoquen

en aquello que la mirada adulta considera realmente importante.

De lo que aún se habla muy poco,

es que la vida no tiene que ser vivida en secciones,

con prisas

Corriendo tras títulos que nos hagan competentes social y laboralmente.

Lo que desconocemos es que los niños conciben el mundo a través del juego,

que para ellos vivir es vivir.

Para los niños no hay diferencia

Hacen suyo el mundo a través del juego

El juego es su manera de vivir

Y cuando nuestra mirada adulta se despoja de esa continua manía de vivir a la defensiva

Cuando nuestra mirada adulta se libera del temor al fracaso,

cuando nuestra mirada adulta se despoja de su niñez herida,

entonces nuestra mirada descubre maravillada que no hace falta imponerse,

porque la crianza no se saldrá de nuestras manos,

porque el respeto se gana, tratando con respeto.

El ser humano no aprende a amar amando, sino sintiéndose amado.

Con el respeto, igual.

Y con la vida, más de lo mismo.

Las competencias futuras no se adquieren pasando media vida aleccionándose en cuatro paredes.

Es flipante que neurocientíficos, psicólogos y pedagogos que han dedicado décadas a investigaciones sobre la inteligencia y los procesos de aprendizaje, coincidan en sus conclusiones.

“…sea cual sea el resultado de este caos sin precedentes, es infinitamente más importante el legado humano que cualquier otro legadoCatherine L’Ecuyer

“Espero que, en esta época de test normalizados, comparaciones de pruebas y programas obligatorios, todos los educadores entendamos que al final lo más importante es el tipo de seres humanos que emergen de nuestras instituciones educativas” Howard Gardner

¿Qué podemos hacer?

Despertar su entusiasmo.

Ofrecer a nuestros niños el máximo de experiencias, en libertad.

Mostrarles el amplio abanico de posibilidades que nos ofrece la interacción con el mundo.

Estando, estando presentes,

Siempre presentes, en calma.