Varias especies de Chaparral toman ventaja para germinar del fuego. El fuego controlado tiene su lado bueno, es un factor clave en la formación de todas las regiones de chaparral del planeta, una comunidad vegetal con muchas ramas y poca altura. El 21% de los bosques necesitan arder para regenerarse; José Antonio Vega, director de un grupo del Centro de Investigación Medioambiental en Pontevedra nos cuenta que “Hay millones de hectáreas en todo el mundo que sobreviven gracias a su adaptación al fuego”. Lo cierto es que varios ecosistemas dependen del fuego para subsistir y se han desarrollado con él, parece que algunos tipos de chaparral toman ventaja para germinar después de un incendio, aunque aquellas plantas no están «adaptadas» al fuego per se.  

¿Sabes aquel aire de invencible que se respira cuando al fin puedes levantar las manos en el ring? De cuando aquel fuego que parecía consumirte finalmente parece que te forja, te da forma como al metal, te sumerge en un nuevo proceso de fabricación con un fin desconocido hasta ese momento, quiere convertirte en una obra modificada, en apariencia y esencia; parece que quiere hacer de ti una versión mejorada, busca regenerarte pero no te pregunta si estás de acuerdo y preparado para arder, si estás dispuesto a sofocarte mientras atraviesas sus llamas. No pregunta nada y comienza a consumirte, entonces te ves en medio de las llamas cuando ni por un momento pensabas que aquello te pasaría a ti.

Somos pequeños chaparrales propensos a la sequía, vulnerables por el calor pero con la posibilidad de renacer después de apagar las llamas. Durante la consumación del fuego y mientras llegamos al punto de visualizar el panorama cubierto de cenizas, conviene decidir, decidir si ardemos en el más puro acto de indefensión y pasividad, o decidir dejarnos transformar en aquello para lo que el fuego encuentra propósito, regenerarnos. El calor del fuego moldea, el oro se forja en el fuego, tu alma parece quemarse hasta que notas que de lo que se trata es de modificarse. Si has atravesado el fuego alguna vez sabrás que las llamas parecen tan grandes como los interrogantes, pero sabrás también que pocas cosas reconfortan más que un hombro cerca o que una patata ajena latiendo al unísono con tu pena. Si has ardido alguna vez, sabrás que un par de brazos dispuestos a regarnos cual manguera menguan cualquier deflagración.

Sí, es una combustión súbita, de repente nos prende y se propaga a baja velocidad, pareciendo persistente en su propósito de consumirnos, pero aquellas llamas pueden convertirse en batallas que vale la pena pelear. Lo que nos hace decidir subir al ring es creer, ¿Pero en qué?. Sé de escritores que creen en su obra, de artistas que creen en su pintura, de eruditos que confían en sus conocimientos y cuñados fieles a sus argumentos, sé de labios convencidos de su destreza para besar y de niños que creen ciegamente en los poderes de su papá; en aquello que creemos, confiamos, por eso cuando aquello en lo que confiamos se calcina, nuestro mundo parece reducirse a cenizas. Yo cuando me veo en llamas creo en aquellos misterios que susurra el amor, porque aunque no lo entienda, el dolor cuando acarrea propósito es el que forja la grandeza de la belleza, la que se alimenta y trasciende de lo imperceptible.

Hacemos parte de un proceso de cambio continuo queramos o no, y podemos calcinarnos cuando viene el calor pero si decidimos aprovechar el fuego como los chaparrales, atender al cambio, tomar el camino de la transformación y renacer de las cenizas, entonces seremos regenerados. Que parece que hay ecosistemas que dependen del fuego para subsistir, tal parece que con el tiempo, el fuego puede regenerar un bosque entero. Y no, no todos los incendios son iguales, algunos calcinan para siempre lo que tocan, pero aún esas llamas no consiguen reducir a cenizas aquello de lo que el bosque vecino fue testigo. El amor cubre la angustia, la esperanza da la mano al dolor. El amor siempre gana. El amor es lo único que merece la pena propagar. El amor es lo único que apaga las llamas. Si creemos en el amor, entonces podremos poner los ojos en él, entonces podremos volver a la vida cuando el fuego cesa, y si no cesa, si desaparece nuestras ramas para siempre, el amor sembrado en otro terreno se quedará en tierra.

Creo que la respuesta no está en adaptarnos al fuego, sino en aferrarnos al amor para germinar después del incendio.


El beso de una pareja de refugiados sirios en un campamento improvisado al lado de la estación de tren Keleti en Budapest. Fotógrafo: Zsíros István.
István agregó: «Espero que todos los refugiados encuentren … su lugar en el mundo, encuentren la paz lo más rápido posible». «Que todos sean felices. Es una situación muy difícil, una situación muy compleja «.

L O V E W I N S