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La chica del tren

Ir en tren da para tanto.

Mira, puedes hacer macramé, coser el delantal de trabajo, revisar los pendientes en la agenda, llamar a tu madre, leer, sobrevivir a la poca ducha del ser de luz con el que compartes vagón, o como la mayoría, clavar los ojos en la pantalla mientras haces scroll infinito sin apenas parpadear.

Podrían ser las manos de mi tía o de mi suegra.

Porque los ratos en tren dan para mucho.

Durante el trayecto puedes disfrutar del paisaje y también acojonarte a la par que helarte, al presenciar las cachetadas, {no una, ni dos} que el noviecito de 16 reposa sobre la mejilla de la criatura, su chica, que nerviosa sonríe. {Se conoce que están jugando}

Créeme, por un módico precio puedes vivir las más variadas aventuras al más puro estilo Indiana Jones.

-«¿Y cómo va a pasar la gente, papá?» Le pregunta su hijo pequeño con mirada atónita, mientras dejan caer las bicis ocupando todo el fuelle entre vagones.

-«Hay puertas! Así quiere el revisor que vayan las bicis…»

Y yo insisto, ir en metro da para tanto.

Por variadas tarifas cada vez más asequibles puedes ver a ese ejemplar padre que miente como un bellaco porque le sale del mismísimo que nadie pueda pasar; o si hay suerte, puedes cruzarte en las escaleras eléctricas de la estación con las maniobras de grandes bicicletas, prohibidas, por cierto.

Aquellas podrían ser las manos de mi madre, de mi tía, o las de Gisèle Pélicot.

Podría ser cualquiera, porque #notallmen, but…

But sí mi vecino, sí mi abuelo y sí mi tío.

Menudo fin de verano se nos está quedando.

Porque podría ser cualquiera.

Cualquiera la víctima, sí, pero cualquiera también puede ser Dominique Pélicot.

Cualquiera porque nos viene en el ADN cultural; y cualquiera porque callamos, hombres, mujeres, tendemos a callar. Ante cualquier atisbo de abuso, lo más fácil es callar.

Cualquiera como el impresentable del tren.

Un señoro de unos cuarenta y tantos que después de un rifirafe con una empleada de Renfe se pasó 20′ de reloj despotricando de las mujeres en su árabe acento. Que si esto en África no pasa, que si aquí por ser Europa entonces no se puede pegar a las mujeres, que si mujer tenía que ser…

Y bueno, otras muchas barbaridades detallando posibles y legales formas de violencia física hacia mujeres, fuera de España.

Como si aquí no nos mataran.

Ir en tren da para tanto…

Para ver, entre otras cosas, que todos los hombres callaron.

Y que ninguna mujer dijo basta.

Sólo yo, que 20′ después abría la boca o vomitaba.

Porque el trayecto da para mucho, puede dar para ganchillar y para gritar que no tenemos miedo, que por lo menos en mi vagón no tiene libertad para soltar lo que en su cerebro de putero está.

Porque ir en tren da para tanto, que incluso cuando un hijo de putero te mande a sentar porque calladita estás más bonita, tú vas y sin miedo gritas, porque podrían ser las manos de su madre, de su tía, de Gisèle o de Rebecca Cheptegei.

Porque si rascamos un poco, son tus manos, y son las mías.

Euromisión

De los mismos creadores de «No me llames Dolores, llámame zorra, que me empodera»

Llega la trilogía: «Es que se mira todo con lupa»

«Es que se busca rizar el rizo»

«Es que unas risas cómo hacen falta»

Que sí, que cada persona es un mundo entero

Que sí, que cada uno mira el mundo desde su propia cosmovisión

Y yo que si no lo escribo, reviento, me pregunto,

¿Nos vamos a amparar en que cada una es hija de su madre y de su padre, para dar licencia al todo vale?

En Eurovisión, pues igual sí cabe, pero en el acompañamiento a criaturas, va a ser que no. Va a ser que, o lo hacemos poniendo toda la carne en el asador, o mejor nos buscamos otra profesión.

En esta era tendente al fast food y a la autosatisfacción, en esta modernidad líquida en la que nos ahogamos; comprometerse parece cosa rococó, tomarse en serio el cuidado parece anticuado, pararse a cuestionar buscando mejorar parece faltar.

Mira, yo como Sócrates, «Sólo sé que no sé nada», pero entiendo bastante sobre excusarse, tirar balones fuera y el autosabotaje. Así como mucho entiendo sobre carencias en la infancia, responsabilidad en la crianza e infancia herida; porque madre no soy, pero sí hija, y desde aquellas carencias me sigo (trans)formando. Un diploma o título no transforma nada, la disposición sí. Y mirarse y hacerse ver las mierdas propias, todos los días, es fundamental en este oficio de acompañar criaturas en su desarrollo; si no tienes disposición para hacerlo, hazle un favor a la infancia: DEDÍCA TU TIEMPO A OTRA COSA.

Porque resulta que estamos afectando a vidas de personas que están en desarrollo, nada más y nada menos; y lo escribiría en mayúsculas, pero no quiero gritar.

O sí.

Me muero de ganas por gritar que vamos a hacerlo bien, o no lo hacemos.

Que somos unas afortunadas por trabajar con la infancia en un contexto respetuoso, que tenemos oro en las manos.

Gritar que esas pequeñas personas están en pleno desarrollo de sus facultades, y que todo lo que ocurra en su día a día, está configurando su cerebro, y lo que será como adulto.

Que vamos a reflexionar, cada día, en lo que se ha de hacer mejor al otro día.

Quiero gritar que el acompañamiento respetuoso antes que una moda, ya podría ser una forma de estar cada uno en el mundo, coherente en su interacción con todos, pero sobre todo, con las criaturas que nos miran y se creen cada mirada de vuelta, todos los días.

Quiero gritar que ojalá nuestra Euromisión fuese quererles bien, cuidarles bien, acompañarles bien.

¿Lunes de Carnaval?

¡No!

Lunes de jugar

No nos hace falta Carnaval para cada día jugar.

Desde la garantía que ofrece el vínculo nos miramos, vamos conociendo nuestro cuerpo y nuestro entorno, transitamos los límites de fuera y los propios; vamos andando, paso a paso, los cambios estacionales, y palpamos el tiempo en la seguridad de ser acompañados desde el respeto, porque nuestras diversas emociones van siendo sostenidas.

Y entonces nuestros pies nos invitan a correr, a saltar, a subir y bajar; entramos y salimos como la respiración latente y rítmica en el inhalar y el exhalar. Nuestro juego en libertad nos invita a movernos unas veces, y otras veces a parar. Es cuando nos apetece, que las telas, el papel o los fuelles nos envuelven y enriquecen, nuestros fantásticos mundos poco a poco se engrandecen. A veces volamos y otras veces reptamos; a veces nos acurrucamos como pequeños bebés, otras veces hacemos los más ricos helados y batidos para beber.

Porque miramos el mundo desde el juego, vivimos desde el juego, y disfrazarse es divertido, volar es divertido. Crear nuevos mundos es divertido, es divertido cuando apetece hacerlo, si no, no es juego. Es divertido desde la coherencia, cuando tiene sentido para nosotros, y es coherente cuando nos sentimos respetados y nos sentimos respetados cuando somos tenidos en cuenta, cuando podemos elegir, cuando bailamos sólo si queremos.

Porque la música suena de fondo todo el día, el silencio también.

No nos hace falta un carnaval para cada día jugar; nosotros nos disfrazamos porque jugamos, desde la comodidad de la libertad.

Como a la arcilla

¿Cómo mola la arcilla, eh?

Con ese color cobrizo, tan calentito, que invita a modelar despacito
Tan dada a transformarse en la forma que se antoje a los dedos
Se deja deformar para pintar, para crear algo nuevo, tal vez algo que expresa

Tal vez simplemente evoca belleza

Se nota fría al primer contacto
Se conserva en la humedad
Pero es el calor de los dedos lo que la puede deformar
Para moldear El calor va dando forma Y la transforma
Mezclada con agua adquiere plasticidad, el cambio asoma
Porque esa evolución es perceptible,
como cuando aprovechamos la humedad en la arena y hacemos castillos
Es perceptible como cuando cae lluvia sobre arena seca, y forma un charco, después hay barro
Una evolución que vemos y disfrutamos
Si queremos.

Ha terminado mi primer curso escolar en El Pati
En la escuela que abraza a los niños,
la escuela de los niños felices.
Cuántas emociones sostenidas
Las suyas
Y las propias, las mías.
La evolución en estos intensos meses también es perceptible
Como la transformación de la arcilla en contacto con los dedos. Como la arena hecha barro después de un chaparrón
El curso ha terminado
Y llevo horas frente al teclado intentando poner en palabras lo que ha significado
Y sólo pienso en la arcilla

Y en el barro
En que su transformación es perceptible
Porque mis niños han dejado huella
Con su calor me han transformado
Deformando el estado inicial para añadir calidez, belleza, sentido y dar una nueva forma.
Como la arcilla, que sometida a altas temperaturas se vuelve muy resistente.

Lo concerniente a la infancia puede parecer baladí a ojos de quien se piensa dueño del conocimiento, y cree desde aquella altura que tiene mucho que enseñar. Más bien, la infancia es una fuente inagotable de enseñanza, nos confronta, nos remueve, nos transforma.

La última mañana de curso escolar me pilló disfrutando
Me pilló tumbada en un césped artificial,
al sol de la mañana y al son de carcajadas
Risas de unas pequeñas personas que se balanceaban Personas muy pequeñitas que motivaban cada madrugón
¡Cuánto calor!

Cuantos abrazos, miradas, llantos, canciones y sorpresas.

Ellos, mis niños, movieron y removieron dentro de mí

Como a la arcilla.

Competencias, efecto secundario del entusiasmo

“El colegio es un aburrimiento”

me dice en tono quejambroso cada vez que hablamos.

Tiene siete años,

juguetes estructurados, algunas pilas sulfatadas,

y poco tiempo libre, como la mayoría.

¿Qué es lo primero que hace un niño al dejarlo solo?

Pregunta el escritor, músico, lutier y compositor, André Stern (50 años sin escolarizar)

En cuanto puede lo primero que hace es jugar, responde.

Es interesante porque todos juegan

Sin importar las circunstancias y condiciones que le rodean.

Sea la guerra, la miseria, el lujo…

Es lo que a él le permitieron hacer, en libertad,

con límites cargados de sentido.

Su juego continuo fue el que le llevó a adquirir conocimiento,

y competencias para la vida.

Aprendizaje significativo, con sentido.

Porque la neurociencia nos revela casi a gritos que el aprendizaje significativo se produce a través de la emoción, a través del entusiasmo.

Cuando conectamos con nuestro entusiasmo, adquirimos competencias.

Lejos de aquella carga curricular, tan pesada, impuesta, carente de sentido y utilidad real, que nos limita y etiqueta.

Cuando un niño tiene tiempo, juega.

Sólo juega.

Hasta que nuestras prisas adultas y nuestros pendientes “realmente” importantes, les redireccionan la mirada.

Nuestra pretensión de diseccionar la vida en colegio y tiempo libre

le va poniendo las anteojeras como a los caballos, para que se enfoquen

en aquello que la mirada adulta considera realmente importante.

De lo que aún se habla muy poco,

es que la vida no tiene que ser vivida en secciones,

con prisas

Corriendo tras títulos que nos hagan competentes social y laboralmente.

Lo que desconocemos es que los niños conciben el mundo a través del juego,

que para ellos vivir es vivir.

Para los niños no hay diferencia

Hacen suyo el mundo a través del juego

El juego es su manera de vivir

Y cuando nuestra mirada adulta se despoja de esa continua manía de vivir a la defensiva

Cuando nuestra mirada adulta se libera del temor al fracaso,

cuando nuestra mirada adulta se despoja de su niñez herida,

entonces nuestra mirada descubre maravillada que no hace falta imponerse,

porque la crianza no se saldrá de nuestras manos,

porque el respeto se gana, tratando con respeto.

El ser humano no aprende a amar amando, sino sintiéndose amado.

Con el respeto, igual.

Y con la vida, más de lo mismo.

Las competencias futuras no se adquieren pasando media vida aleccionándose en cuatro paredes.

Es flipante que neurocientíficos, psicólogos y pedagogos que han dedicado décadas a investigaciones sobre la inteligencia y los procesos de aprendizaje, coincidan en sus conclusiones.

“…sea cual sea el resultado de este caos sin precedentes, es infinitamente más importante el legado humano que cualquier otro legadoCatherine L’Ecuyer

“Espero que, en esta época de test normalizados, comparaciones de pruebas y programas obligatorios, todos los educadores entendamos que al final lo más importante es el tipo de seres humanos que emergen de nuestras instituciones educativas” Howard Gardner

¿Qué podemos hacer?

Despertar su entusiasmo.

Ofrecer a nuestros niños el máximo de experiencias, en libertad.

Mostrarles el amplio abanico de posibilidades que nos ofrece la interacción con el mundo.

Estando, estando presentes,

Siempre presentes, en calma.

El tiempo en los tiempos del Covid

Creía que la vida cabía en una pantalla, con sus muchas luces llamativas y estímulos veloces

Creía que la vida no era más que correr tras mis fichas, cada día, a la velocidad de mis dedos aprendices

Creía que la vida no se trataba de otra cosa que intentar ser una mano rápida en esa abstracta repetición grafomotriz

Las mañanas convertidas en maratones de papel para no perderme el momento patio un día más

El jugar convertido en premio

Como si jugar fuera un premio

Y mira que lo intentaba. Intentaba ser tan veloz como mis pares y correr tras mis tres extraescolares

Lo intentaba a la vez que merendaba la piel de mis dedos

La sangre brotaba; porque mis amigos Presión, Estrés y Apatía me acompañaban fieles cada día

Los cuatro aprendimos a cambiar el juego libre por aprendizaje no significativo, mecánico y repetitivo

Porque la vida hasta entonces era eso

Y una pantalla llena de luces llamativas y estímulos veloces

Pero vino una pandemia

Y vi que, paradójicamente, en medio de la muerte la vida podía ser vivida

Parecía que de repente había tiempo

Nos detuvimos

Aquellos que decían amarme con su esfuerzo, por fin me amaron con su tiempo

La casa pareció refugio

Mis padres parecían refugio

Y me miraban a los ojos

Nos miramos

Y jugamos

Y jugué, y volví a jugar, sin proponérmelo

De telas viejas cosí vestidos

Con piezas de lego puse color al salón

Y me duché sin prisas, y canté, improvisando

Entonces dejé de comerme la piel de mis dedos, porque aquellos amigos tan pesados, se fueron

Y pude hacer bizcochos y galletas

Empecé a ver juegos de mesa desempolvarse

Empecé a oír carcajadas librarse de ocupaciones autoimpuestas

Vi excusas desaparecer tímidamente

Y por fin pude ir a la playa en Octubre, cuando no toca

Porque nos detuvimos

Nos vimos obligados a vivir

Entonces vi a mamá dibujando como cría

Y a papá despierto, contando cuentos otra vez

«No guardamos, nosotras acompañamos desde el cuidado»

…es uno de los mensajes que se han escuchado durante la protesta.

A propósito de la huelga del martes… Profesionales del primer ciclo (0 – 3 años) de la etapa infantil se han manifestado contra la precariedad laboral del sector. Reivindicaban la necesidad de dignificar la educación en esta primera etapa del desarrollo. Han gritado su indignación, a coro se podía escuchar: «educar al futuro» sin «recibir ni un duro» o, «Creamos sonrisas por un sueldo de risa». Yo no pude acompañarles a protestar, estaba trabajando en una cosa que nada tiene que ver con mi formación como educadora infantil.

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Chaparrales

Varias especies de Chaparral toman ventaja para germinar del fuego. El fuego controlado tiene su lado bueno, es un factor clave en la formación de todas las regiones de chaparral del planeta, una comunidad vegetal con muchas ramas y poca altura. El 21% de los bosques necesitan arder para regenerarse; José Antonio Vega, director de un grupo del Centro de Investigación Medioambiental en Pontevedra nos cuenta que “Hay millones de hectáreas en todo el mundo que sobreviven gracias a su adaptación al fuego”. Lo cierto es que varios ecosistemas dependen del fuego para subsistir y se han desarrollado con él, parece que algunos tipos de chaparral toman ventaja para germinar después de un incendio, aunque aquellas plantas no están «adaptadas» al fuego per se.  

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Batallas invisibles

Aprendizaje ~ No tiene otitis, es que está hablando con Helena, su hija la mayor. A Helena le sigue Ana y luego están los gemelos Steve y Ximo. La rubita tiene cuatro hijos, cinco años y mucha imaginación; en realidad ella es el padre de la familia, la madre se ha ido a Port Aventura, un parque temático. Hace 10 años cuando mi hermana me dio el regalo más bonito del mundo, descubrí que ser niño es mucho más que dar por saco. Empecé a maravillarme con la capacidad de asombro de los peques, comencé a descubrir que lo más divertido es también lo más sencillo, me di cuenta que me convenía despojarme de la vergüenza porque, jugar, cantar o bailar no tienen rival. Si espabilas, te das cuenta que se aprende de un niño mucho más que lo que se puede aprender de la bibliografía básica de turno.

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#Malasmadres

Comíamos un plato típico valenciano preparado por ella, un delicioso arroz al horno de esos que no defraudan, que ponen a desvestir hasta el último diente de ajo. Mientras su marido buscaba los tomates cherry en la cocina, la que sería mamá por primera vez después de mucho tiempo en la labor, soltó el notición a su querida amiga, que entre risas nerviosas y lágrimas esperaba retomar el aliento para ponerse de pie y darle el abrazo apretado que por años esperaban. ¿Hay algo más emocionante que una vida que se abre paso? Creo que pocas cosas. Una vida que empieza a gestarse es motivo de celebración, es motivo de pieles erizadas, de latidos acelerados y ojos encharcados, de emociones desbordadas y muchas preguntas; el subidón grupal es un hecho cuando esa vida es anhelada, buscada, soñada, cuando es fruto de la pasión, de noches y días siendo uno sólo con quien se ama.

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