Aprendizaje ~ No tiene otitis, es que está hablando con Helena, su hija la mayor. A Helena le sigue Ana y luego están los gemelos Steve y Ximo. La rubita tiene cuatro hijos, cinco años y mucha imaginación; en realidad ella es el padre de la familia, la madre se ha ido a Port Aventura, un parque temático. Hace 10 años cuando mi hermana me dio el regalo más bonito del mundo, descubrí que ser niño es mucho más que dar por saco. Empecé a maravillarme con la capacidad de asombro de los peques, comencé a descubrir que lo más divertido es también lo más sencillo, me di cuenta que me convenía despojarme de la vergüenza porque, jugar, cantar o bailar no tienen rival. Si espabilas, te das cuenta que se aprende de un niño mucho más que lo que se puede aprender de la bibliografía básica de turno.

Puñeterismo en miniatura ~ Dice Rousseau que «El hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe», pero si te fijas, desde muy pequeños llevamos el ‘no’ y la impaciencia por bandera, desde el principio lo de compartir lo que consideramos propio se hace cuesta arriba, el ‘yo’ es prioridad y de ‘buenos’ tenemos lo que un agujero negro tiene de luz. No creo que seamos buenos en absoluto, pocas palabras son más hirientes que las de un niño tocapelotas; por ello creo y veo que es en sociedad, en familia, donde se marcan las pautas para que esos pequeños minions aprendan a gestionar sus emociones y a modular sus formas. Ahí está la importancia de, como adultos, estar presentes, amar. Y amar abarca poner límites con respeto, escucharles, aprender sobre su desarrollo, implicarse. ¿Te das cuenta que un niño que se deja a la deriva un día será un adulto?

Composición ~ Antes de aprender sobre el desarrollo en la etapa infantil, desconocía por completo esa especie tan extraña. Me parecía que el pack de llorar, comer y plantar pinos era mal negocio. Una Formación Profesional de educación infantil y ¡Vualá!, se empieza a descubrir todo un mundo, que un niño es una persona con necesidades distintas a las adultas pero igual de válidas, ¡cuánto poder hay en esa revelación! y cuánta responsabilidad la que tenemos en las manos. Pero espera, que no me he rayado, ¿cómo es que se puede aprender de la “maldad encarnada”? Pues se trata de danzar, del bailoteo entre la dupla {poner}límites – {mi}aprendizaje continuose trata de esa acompasada coreografía entre el acompañamiento respetuoso y mis sentidos receptores, que siendo ya adultos, deciden aprender de la sencillez que guarda crecer.

Invisibles ~ ‘Demasiadas maravillas para solo dos pupilas’ decía Rich Mullins. Cuántas cosas aún siendo intangibles deberían ser contempladas, admiradas, vividas. No me lo quiero perder, quiero estar presente mientras libra sus batallas, batallas invisibles que le obligan a librar. No me quiero perder sus charlas con personas invisibles, personas con nombre propio que se ha buscado para sentirse acompañada mientras atraviesa caminos empedrados por historias de adultos. Cada niño me enseña algo distinto; la rubita me hace percibir lo que no puedo ver, me enseña a disfrutar lo cotidiano mientras esquivamos esas piedras en medio de una mezcla de antipatía y hombros que arriman.

Un niño te hace ver lo invisible y tocar lo intangible, te invita a recorrer nuevos mundos, te hace irte lejos, volar, ganar y aprender a perder, te despoja de miedos, te alecciona sobre reconciliaciones rápidas, un niño te enseña con abrazos apretados lo que es la espontaneidad, te ayuda a perder la vergüenza, te sienta a la mesa y te expone la paciencia, un niño te recuerda el significado de fragilidad, de compromiso, te expone el concepto vínculo, te ejemplifica continuamente el uso activo de los sentidos, un niño te enseña a esbozar sonrisas, te ofrece la autoría de una tesis laureada que versa sobre descubrimiento, descubrimiento de la persona en el espejo y descubrimiento del entorno, visible e invisible.

Si lo tienes cerca, no te lo pierdas, no te pierdas un niño.

«Hay pueblos que salen de canciones y que salen de poetas o de obras de teatro con más solidez que muchos otros que han salido de batallas»

Diana Uribe