No tenemos un Basil Hallward que nos retrate como a Dorian, que cree una obra que envejezca en nuestro lugar mientras nuestras carnes se mantienen en su sitio para estar divinas de la muerte; no tenemos un dandi que abandere la eterna juventud y que sacie, o por lo menos lidere nuestro deseo de imperturbabilidad, que suba en hombros a la cumbre más alta nuestro narcicismo, cada día de nuestro paso por aquí. Menos mal siempre estamos a tiempo de ponernos hasta arriba de filtros, o de implantes para rellenar aquello que se nos repartió con moderación, no vaya a ser que la pequeñez de mis partes montañosas parezcan pequeñas piedras en lugar de grandes rocas firmes. Quién quiere una mano y un pincel que refleje nuestra exponencial belleza, si ya tenemos los filtros, el editor de fotos, las capas de maquillaje que hagan falta y los bisturíes de quirófano.
Tal como Dorian Grey durante la época victoriana, yo rondando los 30, en plena cultura occidental, me di cuenta de que la belleza se desvanece, pero no tuve a la mano un artista que quedase fuertemente impresionado por mi hermosura de empaque, así que empecé a tirar de realismo y de autoaceptación, empecé a dejar mis risos renacer y a liberar de la tela mis piernas cicatrizadas. Ha pasado casi 1 año, ha tocado sanear puntas no sé cuántas veces, cortar también varios prejuicios y lanzarme a cruzar el océano sin plancha de pelo. Sin duda una locura estética para mi yo de 2017, cuando aún creía que la belleza era directamente proporcional al pelo liso y al cubrimiento de ojeras.
Entiéndeme, vengo de una cultura que tiene sembrada una semilla de admiración a la ostentación, al que exhibe, al poder, al despilfarro y derroche, a la apariencia, al que muestra y demuestra, continuamente, que la abundancia, en todas sus expresiones, es lo suyo. Vengo de una cultura que idealiza un par de tetas y un culo exorbitantes y cómo no, unas extensiones de pelo que le cubran, una cultura que adora la desproporción del cuerpo que presume de abundancia, una sociedad que da valor a una persona por lo que tiene, en su cuenta y en sus curvas. Dorian veneraba su rostro continuamente, ¿conseguiremos nosotras liberarnos de la melancolía de la belleza?
La cultura europea se cree que hay glamur en las tallas pequeñas, en mi tierra se persigue la voluptuosidad, en ambas culturas se tiene asumida la imagen fashion de la delgadez. Todos estereotipos impuestos, nada nuevo; lo duro es seguirle el juego a ese planteamiento, vivir encerradas en aquel ideal como hámsters corriendo en la bola, persiguiendo la idea de estar ideales 24/7, machacando nuestras mentes y alimentando una cultura superflua que se preocupa por todo, menos por lo importante. No me interesa meterme con tu concepto de belleza, simplemente que sepas que hay un mundo más allá del postureo, y de paso que sepas que eres preciosa, sin más, sin añadidos, conservantes y aditivos. Te lo dice una desertora muy fan de querer ser otra, una que cubría sus piernas y ojeras por vergüenza, que vivía esclava de la plancha de pelo, de la manicura y del push up.
Eres bella como eres, tal cual eres. Con tus ojos achinados, tus ojeras oso panda, tus mofletes que alimentarían a todos tus seguidores, tu nariz de bola, chata o de tucán, tu estatura diminuta, tu pie plano, tus tetas de hombre y las de lactancia, tus michelines, tu calvicie, tu papada…
Tus rasgos físicos, difícilmente encontrados en anuncios comerciales de tv, no ofrecen una «vida ideal», simplemente están ahí, y es muy liberador aceptarles y tirar pa lante. Nos saturan tanto con un físico ideal que terminamos creyéndonos la oferta y queriendo ser otra, diariamente. Cada día invertimos tiempo poniéndonos el disfraz de miss, menuda tontería más grande, si ya eres bella, sí, recién levantada, ERES BELLA.
Practicar el autoolvido, que no es otra cosa que pensar menos en mí, nos lleva paradójicamente a redescubrirnos, a descubrir la verdadera belleza, lo esencial, que como dice Antoine de Saint-Exupéry, es invisible a los ojos. Un día lo entendí, y me liberé de equipaje.
“Encanto es lo que tienen algunos hasta que empiezan a creérselo”
Simone de Beauvoir
Me encantó tu post, me llegó al alma y me identifiqué y es reconfortante que alguien tenga el valor de expresar algo que muchas pensamos pero no nos atrevemos a decir. Donde estés, que muchas bendiciones lleguen a tí. Gracias x compartir tus pensamientos.
Isabel, muchísimas gracias por leerme y por tus palabras. Es una alegría que pueda ser reconfortante para alguien, me hace mucha ilusión. Un fuerte abrazo
Y claro que puedes compartir, para eso está 🙂
Lina, me gustaría, si eso no te incomoda, me dieras permiso para publicar tus palabras en mi facebook y compartir ese mensaje con mis hermanas, mis amigas y otras tantas mujeres que siento necesitan leerlo y reencontrarse o reconectarse con su yo interior, ése que sabe lo que en realidad es importante. Hay mucho de intensa poesía en tu discurso, me hizo sonreir y abrazarme a mí misma. gracias x eso.