Acabamos de despedirnos de los Magos de Oriente, una vez más les decimos adiós en la Cabalgata de Reyes y con ello se terminan las fiestas en occidente, aquel ambiente navideño que tanta alegría suele traer, por lo menos a quienes pueden reunirse con la familia a charrar y a comer como si no hubiera un mañana. En mayor o menor medida, es una época que nos invita a reunirnos con las personas que consideramos familia, sean de sangre o de experiencias, queremos tenerles en una mesa, compartiendo anécdotas, vino y buñuelos.

¿Sí? ¿Es todo lo que pediríamos para un 6 de Enero?

Mis regalos no son cosas, mis regalos son personas imperfectas que puedo llamar familia, aquellos que me abrigan cuando fuera llueve con granizo, quienes pueden ayudarme a recordar quién soy y por qué estoy aquí. He conseguido entender la importancia de hacer parte de una, tanto como el perjuicio que causa crecer fuera de ella, y no hablo de compartir un techo sino de respirar hogar. Durante la infancia, la familia es el primer sistema que pisamos, es donde se empieza a ensamblar lo que un día nos constituirá como individuos, es el espacio que nos provee (o debería) de aquello que dará significado a la existencia.

Algunas familias se vienen arriba y, en lugar de resaltar el regalazo que supone el simple hecho de poder sentarse juntos a la mesa, para Navidad o reyes al incienso le suman la mirra y el oro, y es cuando estas fechas terminan convirtiéndose en despilfarro consumista. Recibir regalos nos hace sentir especiales, darlos es una de las muchas muestras de afecto; los regalos son una manera de continuar tradiciones que pueden servir como excusa para el encuentro, bienvenidos sean. Ahora, cuando se trata de nuestros peques, la cordura puede ser una gran aliada. Desbordar a un niñ@ con dos y tres juguetes no le ayuda a nuestro bolsillo, pero eso no es lo relevante, de lo que se trata esto es de comprender que en este caso, menos es más.

¿Has notado esos preciosos ojos de plato que te dicen que ese juguete significa la felicidad completa? …hasta que pasan 2 días, y entonces no parece tan divertido. Darle dos, tres y cuatro juguetes no contribuye a su imaginación ni le hace más feliz. Y ya no hablo del tipo de juguete, ese tema demanda otra entrada, sino de la frustración que puede provocar el tener siete cosas con las que jugar. Si abuelos y tíos se han puesto de acuerdo para hacerle regalos a nuestr@ peque, puedes ayudarle a regularse, en lugar de dárselos todos de golpe se pueden guardar la mayoría e ir dándole 1 cada vez que consideres sensato.

Y si hablamos de regalos no perjudiciales… regala besos, abrazos, miradas; regala atención, un paseo, cocinar o disfrazarse junt@s , regala juego, escucha, hogar, regala valor a lo inmaterial… y, si lo que quieres es regalar juguetes en lugar de juegos, por favor, basta con sumar sólo uno a la ludoteca que te has montado en casa, y cuanto menos estructurada sea la nueva adquisición, más beneficios aporta al desarrollo infantil. Una muñeca que hace caca y pipí ayuda menos a fomentar la imaginación que un disfraz hecho en casa con ropa en desuso.