¿Recuerdas aquel día en que diste tus primeros pasos?, ¿cuando te limpiaban el culete o no te quitaban ojo por si decidías ir direct@ al enchufe? Ya para entonces éramos personas, pequeñas, pero personas, dependientes, pero personas. Nos hicimos mayores y en lugar de que nos revisen el pañal, nos saquen gases o vigilen 24/7 demandamos otro tipo de atención; nos molan las notificaciones en las redes sociales, nos llena de ilusión recibir regalos en los cumpleaños o ganar reconocimiento laboral. Los intereses cambian con los años, la forma de suplir nuestras necesidades es distinta, el champú ya no es Johnson’s Baby y la baba en exceso ya no es producto de la dentición. Hemos vuelto al patinete (ahora eléctrico) pero se nos olvida que un día fuimos pequeñ@s, se nos olvida y soltamos un –”que niñ@ más insoportable”–; pues un día fuimos insoportables también, ojalá eso haya cambiado.
¿Qué nos podía hacer “minipersonas” insoportables? Pues por ejemplo hablar sin parar o emitir ‘porqués’ como si no hubiera un mañana, pedir brazos continuamente, movernos como si de eso dependiera nuestra supervivencia, escalar en todo mueble escalable (o impensable) de casa, el llanto en espacios públicos y privados, o abrir y cerrar cajones y de paso, hacer inventario de su contenido. Si hoy estás leyendo esto es porque algún alma caritativa -seguramente tu madre merezca una medalla- te soportó eso y más; sí, antes éramos niños y ahora «se supone que somos» adultos en pleno desarrollo físico y mental, pero siempre personas. Cuando el niño o niña que tienes cerca es más cansino que un grano interno en la nariz, recuerda que un día fuiste uno, pero sobre todo recuerda que es una persona igual que tú, sólo que en tamaño reducido y con capacidades diferentes por estar en un periodo de desarrollo distinto.
Cada conducta suya tiene una explicación, desde que nacen el llanto es su primera forma de comunicación, intentemos suprimir de nuestra mente el pensamiento de que su comportamiento sólo busca irritarnos, si así parece es porque lo que quiere simplemente es llamar nuestra atención de alguna manera. Nos necesita, somos lo que tiene; con todo y lo que somos, somos su referente y su refugio seguro. L@s niñ@s pequeñ@s no han aprendido aún a expresar frases elaboradas como: “escucha, necesito hablar contigo, necesito que me mires y sentir otra vez la seguridad de que soy aceptad@ y amad@ por ti”, “mientras hago deberes contigo me estoy partiendo de risa en lugar de continuar no porque quiera burlarme de ti, sino porque estoy cansad@, no es el momento de sentarme media hora a trabajar lectoescritura, ha sido un día muy largo…” o llegar a conclusiones como “sé que estás enfadad@ porque pegué a fulanit@ o porque tiré tu maquillaje por el váter, ¿pero aún así me sigues amando, verdad?”, no, desconocen la manera de emitir éstas frases o un “lo siento”, su desarrollo cerebral aún no ha alcanzado la madurez necesaria para elaborar estos razonamientos y adquirir una capacidad de comprensióncomo la de una persona adulta. En su lugar, es probable que lo que hayan aprendido sea que cuando llora, grita, hace el mono, se enfada o se tira al suelo es atendid@ y se refuerza que es una persona importante. Estas expresiones pueden modificarse si en lugar de ir detrás dando la lata con mil palabras por segundo, ignoramos aquel comportamiento que no conduce a soluciones, no ignorarle a él/ella, sino su conducta puntual, verbalizando (una o dos veces basta) a su vez la conducta alternativa que sí llevaría a mejorar o solucionar la situación. Y no estoy haciendo una invitación a que el mundo gire en torno suyo cada vez que emite sonido, hablo más bien de comprenderle como persona con capacidades diferentes a las nuestras. Hablo de la oportunidad de escuchar su necesidad; una mirada, un abrazo, cogerle en brazos, ponernos a su altura, hablarle con frases cortas, más despacio y en un tono que nos gustaría escuchar a nosotros, al contrario de hacerles peques dependientes o malcriad@s les dará la seguridad que se encuentra sólo en un marco de afecto.
Cada niñ@ es una persona, con las mismas necesidades básicas que las nuestras: ser aceptado, sentirse seguro, amar y ser amado. Vamos a acompañarle en ese proceso de ser persona, vamos a decirle con nuestra manera de tratarle que por más tabarra que nos dé el amor es lo único innegociable. Transmitir normas y límites no tiene que (y no debería) ir ligado con el retiro de muestras de afecto, en realidad no dejamos de amarle cuando emite conductas molestas, entonces ¿por qué hacérselo creer? Lo que molesta son ciertos comportamientos, no su persona.
L@s niñ@s son personas pequeñas en estatura que están aprendiendo a relacionarse y a comunicarse, y hemos de ayudarles a conseguirlo procurando siempre su autonomía.
«Lo primero que tienes que aprender es que los niños aprenden por imitación, y que no importa lo que les digas, importa lo que haces.
Elsa Punset
…Hay que quererles con el amor de los abuelos, el amor incondicional”
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