Hay ciertos comportamientos que nos dicen que somos amad@s. El respeto es una de esas cosas que nos indican que nos tienen consideración y que hay en la otra persona un interés real por nuestro bienestar en lugar de mera obligación.
Puede ocurrir que cuando estamos ante personas que aún son pequeñas, tenemos poco reparo en si nuestras conductas están siendo respetuosas, hablo de respetar el ritmo de nuestr@ niñ@, su autonomía, ser sensible a sus necesidades e intereses. A veces por desconocimiento o falta de tiempo, llevamos una dinámica relacional tan acelerada que pasamos por alto aquellas cualidades que identifican de manera individual a una persona. Si observamos, la personalidad de dos hermanas no es igual en absoluto a pesar de haber sido criadas por los mismos padres en las mismas condiciones. Para ofrecer a una persona que está en pleno desarrollo aquello que requiere, lo que corresponde es primero interesarnos por conocerle de manera particular, descubrir aquello que necesita, que le interesa y motiva.
Conocer a una persona nos permite acompañarla en su proceso de crecimiento dentro de un marco de sentido y coherencia. Como acompañantes de la infancia, deberíamos darnos la oportunidad de crear relaciones profundas con aquell@s que, sin saberlo, buscan en nosotros una fuente de seguridad que les permita explorar el mundo con libertad. Nuestra manera de relacionarnos les da información sobre sus capacidades, su valor o seguridad; si les transmitimos confianza su respuesta será más autónoma. Un niño que es puesto de pie por su padre cada vez que tropieza, seguramente aprenderá que es incapaz de intentarlo solo, ante dificultades esperará que venga su padre a facilitarle la vida e irá construyendo un autoconcepto con tintes de inseguridad. Es preciso estar disponible para él pero dando la libertad de descubrir por sí mismo que intentarlo le acerca a conseguirlo.
Éste es nuestro papel como personas adultas que acompañan procesos, que siendo conocedoras de los momentos madurativos en los que nuestr@s peques se encuentran, sepamos darles voz en sus etapas tempranas comprendiendo aquellos principios metodológicos que lejos de buscar dirigir sin más, abogan por una crianza viva y activa, en definitiva, respetuosa. Se traduce en dar a l@s pequeñ@s dignidad tratando sus ritmos de desarrollo con respeto, paciencia, flexibilidad, presentando límites, ofreciendo libertad, complicidad, en entender la crianza desde la observación consciente y bidireccional y desde la base afectiva, en ser responsables con nuestras propias emociones, en facilitar el juego libre como base fundamental del proceso de desarrollo, para que puedan ser, estar, explorar, descubrir, tomar decisiones, resolver sus conflictos por sí mismos. En definitiva, creando entornos naturales de autonomía que fomenten una percepción saludable de sí mism@s dentro de espacios físicos que les permita y les invite al movimiento libre y al contacto con la naturaleza; medios que favorecen la adquisición de valores y habilidades relacionales, que hacen posible una sana autoestima y contribuyen al desarrollo integral de l@s menores.
“El niño quiere cosas sencillas. Quiere que le escuchen, que le amen. Puede incluso no conocer las palabras, pero quiere que se protejan sus derechos y que se respete su autoestima. Te necesita a su lado”
Ron Kurtz
Sin ninguna duda, muy acertado todo lo que comentas. Regalarles nuestra real presencia, mirada y atención permite que poco a poco se construya una vinculo verdadero donde el niño siente confianza en quien le acompaña y a la vez en si mismo.
Gracias por tu sensible percepción.
Gracias por leer mi querida Fabi, es muy bueno saber que la infancia cuenta con personas como tú.